En este primer ejemplar, entrevistamos a Angélica María Morales Sánchez, coordinadora del área de salud de la Universidad Unimaat. Nos comparte cómo la enfermería, más que una profesión, es una vocación que exige entrega y humanidad. A lo largo de su carrera, ha enfrentado grandes desafíos y ha logrado importantes metas, siempre con la enfermería moldeando su vida personal y profesional. Esta es su historia.
Hola, mi nombre es Angélica María Morales Sánchez, mejor conocida como Angélica Morales, y esta es mi historia como personal de Enfermería.
Bueno, las experiencias personales como profesional de la salud son muchas. Fueron más de 20 años laborando tanto en áreas operativas como administrativas en el hospital.
Creo que las más importantes, o las que me dejaron alguna huella, fueron aquellas situaciones en las que, por alguna razón, pacientes que no llegaban en estado de choque avanzado, pero que sí presentaban más de cinco minutos de hipoxia, salían bien después de la reanimación avanzada en el hospital. Esas son las experiencias que más recuerdo.
Mi mayor logro fue cuando decidí dedicarme a la docencia. Siempre tuve un plan: trabajar 15 años en la parte operativa y luego dedicarme a la enseñanza. Sin embargo, no se dio tan pronto como esperaba. Estuve trabajando operativamente más de 20 años y, posteriormente, me incorporé a la docencia. Así que considero que mi mayor logro ha sido lograr entrar como docente en enfermería.
La enfermería para mí siempre ha sido un estilo de vida; implica un cambio en la personalidad de cada enfermera, y lo reconoces desde que te levantas en la mañana, te peinas y te recoges el cabello. Cuando eres operativa, lo primero en lo que piensas no es en que el día será pesado, sino en que puedas resolver todo lo que te llegue. Siempre he creído que esa atención en enfermería no debe cambiar ni olvidar sus raíces, y que enfermería debe seguir siendo 99% humana y el resto científica, administrativa y todo lo demás. Para mí, si la enfermería retoma esas raíces, su futuro sería brillante. Creo que podemos mejorar. Estamos atravesando una situación diferente en toda la sociedad, pero podemos avanzar. Lo que debemos trabajar ahora es el manejo de nuestras emociones.
Esta será una época para retomar esa experiencia y esas creencias humanistas, y resaltarlas en nuestros estudiantes, para que como futuros profesionales regresen a esa parte humana de la enfermería.
Ya tenemos una lista de valores que guían nuestra profesión, pero, desde mi punto de vista, además de tener un alto sentido de observación, el valor de la honestidad es el más importante. No concibo a una enfermera que, por deshonestidad, aplique tratamientos o diagnósticos que no correspondan. Tampoco concibo a una enfermera que dé esperanzas falsas a un paciente que ya no las tiene, o que anteponga su beneficio personal sobre la atención al paciente.
En cuanto a lograr un balance, no creo haberlo alcanzado. Finalmente, las personas que me rodean, ni mi familia directa ni la política, ni siquiera mis amigas o amigos, piensan igual que yo. No logro que los demás comprendan esa parte de la enfermería: la entrega total, el no tener horarios, el vivir para la profesión. No he logrado un equilibrio y eso me genera crisis emocionales. No puedes poner en la balanza a mi familia y mi trabajo como enfermera, o mi labor como docente. El cómo sobrevivo… solo Dios lo sabe. He pasado por colapsos, crisis, estrés y angustia, pero trato de sobrellevarlo sin que colapse ni una cosa ni la otra. Soy madre y debo separar mi trabajo como enfermera para poder atender a los demás.
Creo que el desafío más grande que he vivido ha sido intentar que un bebé prematuro, de menos de 500 gramos, sobreviva y madure lo suficiente para poder salir del hospital con vida.
Decidí estudiar la licenciatura en enfermería para profesionalizarme. Yo era técnica en enfermería y ya trabajaba en un hospital privado, pero como muchos, sentía que con el título y la cédula de técnica era suficiente. Sin embargo, con el tiempo te das cuenta de que ser técnico no es suficiente ni el final del camino.
Para poder dar más y mejor, tienes que estudiar. Esa fue mi motivación. Siempre he querido ser mejor, dar todo, no ser mejor que los demás, sino mejor que yo misma cada día. Y para eso, no hay otra fórmula más que estudiar y prepararse.
Recuerdo lo nerviosa que me sentí el primer día de trabajo. Saliendo del turno, lloré. El primer paciente que me tocó fue uno con mordedura de víbora, que tenía todo el brazo necrosado. Es un caso que ahora sabemos que perderá la extremidad, pero en ese entonces no lo sabía. Además, toda su familia estaba afuera esperando, con caras de esperanza, pensando que no pasaría nada grave. Fue muy desafiante.
Hay muchas definiciones de enfermería, pero yo la describo como la profesión más necesaria en el mundo. Esta personalidad es la que necesitamos en enfermería. La tecnología, definitivamente, es importantísima, y he estado leyendo un poco sobre inteligencia artificial, aunque no he podido profundizar en el tema. Lo que sí veo es que la tecnología nos está facilitando muchas cosas, nos ayuda a ser más exactos y correctos en los cuidados que aplicamos. Cuando estudié, jamás imaginé que habría bombas de infusión que harían lo que yo debía aprender a hacer manualmente, como calcular el goteo por hora o minuto. Ahora ya tenemos bombas de infusión y hasta pacientes con 10 bombas a la vez, administrando soluciones y medicamentos, además del monitoreo de signos vitales. Siempre creí que el mejor monitor del paciente era la enfermera, pero ahora tenemos monitores invasivos que nos proporcionan información precisa de esos signos.
La experiencia y visión de Angélica María Morales Sánchez destacan la importancia de la enfermería como una profesión de vocación y humanidad. A través de su trayectoria, nos recuerda que el éxito en este campo no solo depende de la técnica, sino del compromiso con el bienestar humano. Su legado como enfermera y docente inspira a futuras generaciones a mantener los valores fundamentales de la profesión.
Entrevista realizada por Andrea Lara y Vianney Sanchez y editada por Andrea Lara, Vianney Sanchez y Ángel Espadas